O fado ao anoitecer alivia, deslumbra e redime
Concertos - Novembro 16, 2014
Los versos del insumiso Ary dos Santos y las músicas de su contemporáneo y no menos rebelde Alain Oulman, crearon fados inmortalizados por Amália Rodrigues.
Fados que, junto a otros clásicos, siguen despertando emociones desde
otras voces más nuevas, como la de Carla Pires, cuando canta clara y con
ternura: “Amor mío, amor mío/ mi cuerpo en movimiento /mi voz que busca
su propio lamento/mi limón de amargura, mi puñal escribiendo/Paramos el
tiempo y no sabemos morir/y nacemos, nacemos/de nuestro entristecer/Mi
amor, mi amor/mi nudo y sufrimiento/ mi muela de ternura/ mi nave de
tormento./ Este mar no tiene cura, este cielo no tiene aire /nosotros
paramos el viento y no sabemos nadar/y morimos, morimos / despacio,
despacio”.
Desde luego, todos cuando nacemos empezamos a morir, muy poco a poco, por regla general muy despacio, despacio. Cada quien tiene alguna vez su limón de amargura, en un mar que en ocasiones parece no tener cura y bajo un cielo enrarecido que amenaza ahogarnos. Así es nuestra vida, con alegrías, esperanzas e ilusiones, incluso aprendemos a nadar en ella; pero también nos espera con esquinas hirientes, en naves zarandeadas, en heridas del corazón que llegan, se van y vuelven…
Decía un personaje de la última novela que acabo de leer, al referirse a un momento en que oye el Mesías de Haendel: “el texto nos cuenta una historia, pero la música cura“. Y así pasa con el fado: cura. La historia del texto muchas veces no la entendemos, porque la fonética de los portugueses puede resultar muy difícil e incluso por completo incomprensible. Pero esa dificultad o incomprensión nos permite poner en la música que oímos nuestra propia historia, la de cada uno. Porque cada uno tenemos nuestro fado, nuestro destino y sus emociones, que podemos proyectar al son de los arpegios, vibratos, armonías y melodías de la guitarra portuguesa y de la viola de fado, en los corazones y los dedos de Eurico Machado y de Pedro Pinhal.
Nos proyectamos cuando ellos dialogaron con la voz de Carla Pires en los fados-fados “Menor”, “Alfacinha” y “Mouraria” y en otro par de fados-canção; (el resto de temas hasta veintiuno fueron baladas u otras canciones, eso sí, portuguesas) y también en la interpretación del “Instrumental” en la guitarrada del intermedio. Quizá por eso y quizá por la sintonía del público, con sus aplausos- mucho más explícitos en los fados que en los no fados, bien claro quedó - en un acogedor teatro Filarmónica; quizá por sí mismo, el fado, otra vez, al anochecer, alivia, alumbra y redime. Nos da una bocanada de aire nuevo, unos latidos del corazón confortado, para seguir por la vida, despacio, despacio…con saudades de más fados, que volverán. Ángel García Prieto
Desde luego, todos cuando nacemos empezamos a morir, muy poco a poco, por regla general muy despacio, despacio. Cada quien tiene alguna vez su limón de amargura, en un mar que en ocasiones parece no tener cura y bajo un cielo enrarecido que amenaza ahogarnos. Así es nuestra vida, con alegrías, esperanzas e ilusiones, incluso aprendemos a nadar en ella; pero también nos espera con esquinas hirientes, en naves zarandeadas, en heridas del corazón que llegan, se van y vuelven…
Decía un personaje de la última novela que acabo de leer, al referirse a un momento en que oye el Mesías de Haendel: “el texto nos cuenta una historia, pero la música cura“. Y así pasa con el fado: cura. La historia del texto muchas veces no la entendemos, porque la fonética de los portugueses puede resultar muy difícil e incluso por completo incomprensible. Pero esa dificultad o incomprensión nos permite poner en la música que oímos nuestra propia historia, la de cada uno. Porque cada uno tenemos nuestro fado, nuestro destino y sus emociones, que podemos proyectar al son de los arpegios, vibratos, armonías y melodías de la guitarra portuguesa y de la viola de fado, en los corazones y los dedos de Eurico Machado y de Pedro Pinhal.
Nos proyectamos cuando ellos dialogaron con la voz de Carla Pires en los fados-fados “Menor”, “Alfacinha” y “Mouraria” y en otro par de fados-canção; (el resto de temas hasta veintiuno fueron baladas u otras canciones, eso sí, portuguesas) y también en la interpretación del “Instrumental” en la guitarrada del intermedio. Quizá por eso y quizá por la sintonía del público, con sus aplausos- mucho más explícitos en los fados que en los no fados, bien claro quedó - en un acogedor teatro Filarmónica; quizá por sí mismo, el fado, otra vez, al anochecer, alivia, alumbra y redime. Nos da una bocanada de aire nuevo, unos latidos del corazón confortado, para seguir por la vida, despacio, despacio…con saudades de más fados, que volverán. Ángel García Prieto
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