El fado vadio, o amador, en Gijón y Oviedo
Concerts - Janeiro 09, 2016
En Lisboa, Porto y otros sitios de nuestro Portugal vecino se puede
asistir a sesiones del denominado fado ”vadio”, que significa
“vagabundo”, ” bohemio” o “amador” (aficionado).
Su escenario habitual son algunas tabernas o tascas donde en las tardes o las noches se promueve, con la presencia de músicos en el establecimiento, que diversas personas, que pueden ser hombres o mujeres, jóvenes o mayores; magistrados o peluqueras, estudiantes, amas de casa, por poner algún ejemplo de las diversas posibilidades del espectro urbano, interpreten unos fados con mayor o menor calidad formal. En todo caso son siempre fados llenos de pasión, con tanta garra como para que la emoción conmueva a los que están allí esperando precisamente esa comunión de sentimientos, que fluyen entre las músicas acompañadas de los versos de poetas populares o de culto.
Es la expresión más popular, más real, menos crematística del fado, de ese fado que “tiene no sé qué / que prende la vida de la gente / Una nada que no se ve / un todo que la gente siente”. Y este fado, estuvo este viernes y este sábado aquí, en Gijón y Oviedo, traído por la Asociación de Amigos del Fado de Asturias, desde el bar restaurante A Regional, de Ermisende, pequeña ciudad de la conurbación de Porto, donde hay cantores que actúan habitualmente varias tardes a la semana. Vino Manuel Barbosa, fadista profesional, el alma mater de ese que es un buen ejemplo entre los múltiples establecimientos hosteleros que en Porto y sus alrededores ofrecen tardes o sobremesas de las cenas con fados amadores o vadios.
Manuel Barbosa nació en Porto, la “ciudad del norte”, por usar el título de un castizo tema que él mismo interpretó. Es hijo de una lisboeta del barrio de Mouraria de Lisboa. Su madre cantaba y también cantó en Oviedo y Gijón estos días, junto con otra portuense Cida Moreira; el portugués afincado ya hace décadas en la villa de Jovellanos, José Carvalho y Ana Cardoso, esposa de Manuel. Además les acompañó su hijo João Pedro, de 13 años, que empieza a hacer muy bien sus pinitos con la viola de fado, junto a los músicos profesionales Bruno Brás y Mário Henriques.
El escenario del casi lleno salón de actos del Centro Municipal Pumarín-Gijón Sur, apareció ambientado como una taberna portuguesa. En unas mesas con tapetes de cuadros, que ofrecían copos de vinho, azeitonas y chouriços, los fadistas amadores esperaban con la ansiedad del que va a cantar, ponerse de pié para llevar un buen fado castizo o un fado-canción al alma de cada espectador. Y así terminaron un repertorio muy variado de unos veinte temas – “Pedro Rodrigues”, “Menor”, ”Isabel”, “Pechincha”, etc.- lentos y rápidos, alegres o melancólicos, y siempre llenos de saudade y costumbrismo portugués. Hubo fados á desgarrada (dúos de complicidad y provocación), bises, acompañamiento coral y de palmas del público, guitarradas de solos musicales. Hubo de todo y bueno. Allí el fado “volvió a acontecer”, como se esperaba y más. En fin, “uma maravilha”… para repetir. Ángel García Prieto
Es la expresión más popular, más real, menos crematística del fado, de ese fado que “tiene no sé qué / que prende la vida de la gente / Una nada que no se ve / un todo que la gente siente”. Y este fado, estuvo este viernes y este sábado aquí, en Gijón y Oviedo, traído por la Asociación de Amigos del Fado de Asturias, desde el bar restaurante A Regional, de Ermisende, pequeña ciudad de la conurbación de Porto, donde hay cantores que actúan habitualmente varias tardes a la semana. Vino Manuel Barbosa, fadista profesional, el alma mater de ese que es un buen ejemplo entre los múltiples establecimientos hosteleros que en Porto y sus alrededores ofrecen tardes o sobremesas de las cenas con fados amadores o vadios.
Manuel Barbosa nació en Porto, la “ciudad del norte”, por usar el título de un castizo tema que él mismo interpretó. Es hijo de una lisboeta del barrio de Mouraria de Lisboa. Su madre cantaba y también cantó en Oviedo y Gijón estos días, junto con otra portuense Cida Moreira; el portugués afincado ya hace décadas en la villa de Jovellanos, José Carvalho y Ana Cardoso, esposa de Manuel. Además les acompañó su hijo João Pedro, de 13 años, que empieza a hacer muy bien sus pinitos con la viola de fado, junto a los músicos profesionales Bruno Brás y Mário Henriques.
El escenario del casi lleno salón de actos del Centro Municipal Pumarín-Gijón Sur, apareció ambientado como una taberna portuguesa. En unas mesas con tapetes de cuadros, que ofrecían copos de vinho, azeitonas y chouriços, los fadistas amadores esperaban con la ansiedad del que va a cantar, ponerse de pié para llevar un buen fado castizo o un fado-canción al alma de cada espectador. Y así terminaron un repertorio muy variado de unos veinte temas – “Pedro Rodrigues”, “Menor”, ”Isabel”, “Pechincha”, etc.- lentos y rápidos, alegres o melancólicos, y siempre llenos de saudade y costumbrismo portugués. Hubo fados á desgarrada (dúos de complicidad y provocación), bises, acompañamiento coral y de palmas del público, guitarradas de solos musicales. Hubo de todo y bueno. Allí el fado “volvió a acontecer”, como se esperaba y más. En fin, “uma maravilha”… para repetir. Ángel García Prieto
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