Minha mãe eu canto a noite!- Noite de fado em Ribadesella
Concertos - Julho 25, 2016
Pero pronto surgió el estremecimiento y la emoción que arrepia (escalofría, pone los pelos de punta), del auténtico fado y fue en dos soberbias guitarradas
En la acogedora plaza del ayuntamiento que tiene la villa riosellana, animada todo el día con el calor de un día veraniego, ante unos trescientos o cuatrocientos asistentes expectantes, comenzaron con una amable puntualidad a oírse los brillantes trinos de las guitarras y las violas portuguesas, en diálogo con las voces de Miguel Ramos primero y Maria Emilia después, en una serie de canciones afasdistadas, baladas que no llegaban a ser fados-fados. Eran, a mi juicio como son los potarros respecto a los calamares, por hacer una analogía propia del territorio, pues en los alrededores los olores de las terrazas de los bares, sidrerías y restaurantes evocaban claramente unas cenas o picoteos de productos de la mar vecina.
Pero pronto surgió el estremecimiento y la emoción que arrepia (escalofría, pone los pelos de punta), del auténtico fado y fue en dos soberbias guitarradas – piezas instrumentales sin canto - con distintas Variaçoes clásicas que dejaron claro que allí había tres excelentes músicos, con tres guitarras de riquísima sonoridad y enorme versatilidad para jugar con los tiempos, tonos, armonías, ritmos y melodías de alma lusitana. Una explosión de aplausos y vítores hacían sentir que la noche se hacía mágica y, siguiendo la comparación, aparecieron los mejores calamares, pero también percebes, andaricas, salmonetes y toda la corte del rey pescado.
La segunda parte fue de fados-fados auténticos, clásicos, con un toque de modernidad, con los aires propios de Miguel Ramos y de Maria Emilia, que son capaces y saben estilar cada tema con aire distinto de lo mismo, con lo nuevo de lo antiguo, con las verdes ramas renovadas de la castiza raíz del fado clásico y de otros fados-canción muy conocidos. Y así aparecieron “Ai, Maria”, Lisboa menina e moça”, “Velha tendinha”, ”Passeio fadista (Fado Pechicha)”, “Pode ser saudade”; fados todos ellos alegres, pues fue un concierto alegre, muy alegre. Aunque no falto el contrapunto de saudade, de rigor fadista del “Fado Menor”, con la letra de Vasco Lima de Couto: “Madre, yo canto de noche/ porque el día me castiga/ y en el silencio de las cosas/ encuentro la voz amiga…”. Y sólo con este fado se hubiera podido dar por llena una velada que fue memorable y anima a esperar otras que, se Deus quiser, irán llegando, a Bueño, a Oviedo, a Gijón, a Avilés y a Ribadesella, el verano que viene. Ángel García Prieto
Pero pronto surgió el estremecimiento y la emoción que arrepia (escalofría, pone los pelos de punta), del auténtico fado y fue en dos soberbias guitarradas – piezas instrumentales sin canto - con distintas Variaçoes clásicas que dejaron claro que allí había tres excelentes músicos, con tres guitarras de riquísima sonoridad y enorme versatilidad para jugar con los tiempos, tonos, armonías, ritmos y melodías de alma lusitana. Una explosión de aplausos y vítores hacían sentir que la noche se hacía mágica y, siguiendo la comparación, aparecieron los mejores calamares, pero también percebes, andaricas, salmonetes y toda la corte del rey pescado.
La segunda parte fue de fados-fados auténticos, clásicos, con un toque de modernidad, con los aires propios de Miguel Ramos y de Maria Emilia, que son capaces y saben estilar cada tema con aire distinto de lo mismo, con lo nuevo de lo antiguo, con las verdes ramas renovadas de la castiza raíz del fado clásico y de otros fados-canción muy conocidos. Y así aparecieron “Ai, Maria”, Lisboa menina e moça”, “Velha tendinha”, ”Passeio fadista (Fado Pechicha)”, “Pode ser saudade”; fados todos ellos alegres, pues fue un concierto alegre, muy alegre. Aunque no falto el contrapunto de saudade, de rigor fadista del “Fado Menor”, con la letra de Vasco Lima de Couto: “Madre, yo canto de noche/ porque el día me castiga/ y en el silencio de las cosas/ encuentro la voz amiga…”. Y sólo con este fado se hubiera podido dar por llena una velada que fue memorable y anima a esperar otras que, se Deus quiser, irán llegando, a Bueño, a Oviedo, a Gijón, a Avilés y a Ribadesella, el verano que viene. Ángel García Prieto
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