O fado imenso, embora morno de Nathalie
Concertos - Outubro 15, 2017
Nathalie Pires es hija de portugueses de la comarca de Aveiro, emigrados a Perth Amboy (Nueva Jersey).
Allí a sus 13 años de edad y manejando con total soltura los dos idiomas empezó a ilusionarse por el fado y se inicia en una carrera artística que corre en paralelo a su desarrollo profesional como economista.
Canta muy bien, tiene una preciosa, clara y fuerte voz, tiene también “una bonita figura”, es elegante y es capaz de llenar el escenario, aunque el sábado apenas se alió con el público al margen de sus cantos. En el Filarmónica, vestida sin los aditamentos castizos, salvo en el color negro de su indumentaria, cantó temas muy conocidos y muy de Amália Rodrigues, de la que parece haber bebido su fundamental aire fadista. Fueron fados-fado y fados-canción, como “Castanheira” – para mí el mejor – “Estranha forma de vida”, “Ai Maria”, “Maria Lisboa” y otros. Solo se salió del repertorio en una balada, también muy bonita, la verdad.
Quizá todo sea puro subjetivismo mío, pero yo miré el reloj tres o cuatro veces, los aplausos me parecieron menores que los que estamos acostumbrados a oír en el Filarmónica en ciclos anteriores y hubo un solo bis. O quizá sea la objetividad de que Nueva Jersey está lejos de Lisboa y que le faltan muchas horas de casa de fados con guitarras portuguesas, de cantar sin micrófonos y metida entre un público del todo cercano, para ser una castiza, una fadista de raza. Sea por una u otra causa, lo cierto es que no acabé de sentir del todo en el teatro eso de que “el fado acontece”, en esa interacción emocional de cantante, versos, música y público, en esa “comunião” (“comunión”), que dicen los portugueses.
Los músicos fueron Miguel Amaral, que es profesor de guitarra portuguesa - y por cierto, como ella licenciado universitario, aunque en este caso en Derecho - en la ciudad de Porto; Rogério Ferreira es un reconocido violista con otra carrera de éxito en su género, que ya en 2006 tocaba en la casa de fados Sr. Vinho (“a universidade do fado”, dicen de ella) y el contrabaxista Paulo Paz es, por lo menos, que ya es bastante, músico en el Clube do Fado, otra de las grandes casas de fado lisboetas. Iniciaron la velada con una “guitarrada” del Fado Menor do Porto – supongo que en homenaje a la ciudad del guitarrista – seguido de unas “Variçoes”. Estuvieron en su sitio, en sintonía con ella y pienso que tampoco entusiasmaron a la sala, como suele ocurrir y en veladas anteriores ocurrió en el Filarmónica. Menos mal que a la salida hacía calor en la calle, porque la velada solo estuvo templada.
Pero el próximo sábado es casi seguro que nos podamos desquitar, porque la fadista anunciada, María Emilia, sí que es una “fadista de raça” de fado también inmenso, pero además intenso, muy intenso.
Ahora es una fadista consagrada y ocupa un cargo de responsabilidad financiera en una empresa de construcción norteamericana. Ha actuado en sus inicios en los Estados Unidos y Canadá, en ambientes de emigrantes lusos; ha promocionado el fado entre jóvenes de aquellas tierras y posteriormente ha triunfado en ambientes fadistas de Lisboa, Portugal y varios países de Europa. En 2007 lanzó su primer CD Corre-me o fado nas veias (“Me corre del fado por las venas”), en el 2015 otro, titulado Fado além (“Más allá”) con temas de evolución y ahora prepara un tercero, parece que también con mayoría de temas clásicos.
Canta muy bien, tiene una preciosa, clara y fuerte voz, tiene también “una bonita figura”, es elegante y es capaz de llenar el escenario, aunque el sábado apenas se alió con el público al margen de sus cantos. En el Filarmónica, vestida sin los aditamentos castizos, salvo en el color negro de su indumentaria, cantó temas muy conocidos y muy de Amália Rodrigues, de la que parece haber bebido su fundamental aire fadista. Fueron fados-fado y fados-canción, como “Castanheira” – para mí el mejor – “Estranha forma de vida”, “Ai Maria”, “Maria Lisboa” y otros. Solo se salió del repertorio en una balada, también muy bonita, la verdad.
Quizá todo sea puro subjetivismo mío, pero yo miré el reloj tres o cuatro veces, los aplausos me parecieron menores que los que estamos acostumbrados a oír en el Filarmónica en ciclos anteriores y hubo un solo bis. O quizá sea la objetividad de que Nueva Jersey está lejos de Lisboa y que le faltan muchas horas de casa de fados con guitarras portuguesas, de cantar sin micrófonos y metida entre un público del todo cercano, para ser una castiza, una fadista de raza. Sea por una u otra causa, lo cierto es que no acabé de sentir del todo en el teatro eso de que “el fado acontece”, en esa interacción emocional de cantante, versos, música y público, en esa “comunião” (“comunión”), que dicen los portugueses.
Los músicos fueron Miguel Amaral, que es profesor de guitarra portuguesa - y por cierto, como ella licenciado universitario, aunque en este caso en Derecho - en la ciudad de Porto; Rogério Ferreira es un reconocido violista con otra carrera de éxito en su género, que ya en 2006 tocaba en la casa de fados Sr. Vinho (“a universidade do fado”, dicen de ella) y el contrabaxista Paulo Paz es, por lo menos, que ya es bastante, músico en el Clube do Fado, otra de las grandes casas de fado lisboetas. Iniciaron la velada con una “guitarrada” del Fado Menor do Porto – supongo que en homenaje a la ciudad del guitarrista – seguido de unas “Variçoes”. Estuvieron en su sitio, en sintonía con ella y pienso que tampoco entusiasmaron a la sala, como suele ocurrir y en veladas anteriores ocurrió en el Filarmónica. Menos mal que a la salida hacía calor en la calle, porque la velada solo estuvo templada.
Pero el próximo sábado es casi seguro que nos podamos desquitar, porque la fadista anunciada, María Emilia, sí que es una “fadista de raça” de fado también inmenso, pero además intenso, muy intenso.
Ángel Garcia Prieto
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